Córdoba competía con Rusia y EEUU en aviones caza
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- 25 de Abril de 2024
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PRIMERA PARTE
CUANDO ARGENTINA COMPETÍA CON ESTADOS UNIDOS Y RUSIA EN FABRICACIÓN DE AVIONES DE CAZA CON EL PULQUI. ESCRIBE: ALEJANDRO ARTÓPOULOS.
El Pulqui II fue un proyecto de avión caza desarrollado en la Argentina entre los años 1949 y 1960.
El I. Ae. 33 −según la nomenclatura de los modelos aeronáuticos diseñados en el Instituto Aerotécnico de Córdoba− le dio al país la oportunidad de formar parte de la carrera que varias naciones corrieron por el dominio de una nueva tecnología de punta, los aviones propulsados por motores jet.
Estos motores, que alcanzan el poder necesario para llegar a velocidades cercanas a los mil kilómetros por hora, ya no necesitan pistones ni bielas: manipulan gases comprimiéndolos y expandiéndolos, y como yudocas mecánicos se apoyan en la fuerza de su naturaleza para lograr un empuje inesperado. La fuerza contenida en el aire y animada por los cambios de temperatura se denomina jet: chorro de aire.
La nueva generación de aviones significó un salto paradigmático que revolucionó la guerra aérea primero y luego el transporte aéreo.
Fue una de las tecnologías que, junto con las telecomunicaciones y la informática, hicieron posible la “aldea global”, al reducir diez veces los tiempos de viaje.
El caza argentino fue diseñado con la intención de reemplazar el Gloster Meteor IV, exponente inglés de la primera generación de cazas jet, en servicio en la Fuerza Aérea Argentina desde 1947.
De construcción totalmente metálica, ala alta con flecha de cuarenta grados y diedro negativo, el Pulqui II fue uno de los diseños más avanzados de su época.
Los éxitos que alcanzó el proyecto, aunque parciales, fueron notables.
Los vuelos de los prototipos lograron récords de velocidad y altitud, y demostraron estar a la altura del modelo norteamericano Sabre y del soviético MiG-15.
SEGUNDA PARTE
Entre 1950 y 1959 se construyeron cinco prototipos.
El segundo de ellos fue el primero en volar, el 16 de junio de 1950, con el capitán Edmundo Weiss como piloto de pruebas.
El primer prototipo se utilizó para ensayos estáticos hasta su destrucción y el último voló por primera vez el 18 de septiembre de 1959, con el teniente Roberto Starc como piloto de pruebas.
Pero, a pesar de los esfuerzos de los diversos actores involucrados, nunca llegó a desplegarse el valor industrial de los prototipos.
El proyecto no alcanzó la etapa de producción y la innovación no se pudo consumar.
La Argentina había perdido la posibilidad de lograr la producción en serie de un avión a reacción, fuera civil o militar.
Este fracaso, que podría haber sido desestimado dada la inmadurez industrial del país en ese momento, se puso en evidencia durante la última década del siglo veinte.
Mientras la administración de Carlos Menem licenciaba la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba a la corporación multinacional Lockheed, que la redujo a una factoría de importancia menor dentro de la industria, Brasil se convertía en el tercer productor mundial de aviones a reacción de uso civil.
Con las ventas de estos aparatos, el país vecino llegó a superar las divisas ingresadas por la exportación de café, alcanzando también la producción de uno de los bienes exportables de mayor valor agregado en toda América Latina.
Hoy el Pulqui es uno de los grandes mitos de la tecnología en la Argentina.
El quinto prototipo está expuesto en un lugar privilegiado de Tecnópolis, como muestra de uno de los mejores momentos de la industria aeronáutica nacional, porque además el proyecto fue el catalizador de energías industrializadoras que lo convirtieron en uno de los 30 países productores de automóviles.
Tuvo que morir para que naciera el Torino, y con él se desencadenó la segunda ola de industrialización de la Argentina.
En la actualidad, las mismas políticas que promovieron la instalación de grandes industrias como IKA, Fiat, y Renault, han permitido la instalación de Intel, ClariPhy, Motorola, EDS y otras empresas de tecnología, mientras que proyectos como El Pulqui II pasaron definitivamente al olvido
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