La oligarquía terrateniente mató a Facundo Quiroga
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PRIMERA PARTE
LA OLIGARQUÍA TERRATENIENTE PORTEÑA MATÓ EN CÓRDOBA A FACUNDO QUIROGA. ESCRIBE: LÁZARO LLORENS
16 de febrero de 1835. Barranca Yaco. Provincia de Córdoba. El “Tigre de los Llanos”, más conocido como Facundo Quiroga, por entonces uno de los principales referentes del federalismo de la república junto a Juan Manuel de Rosas y Estanislao López, fue asesinado. ¿Quiénes fueron sus asesinos? ¿Qué buscaban? El ex gobernador de Córdoba José Vicente Reinafé, junto a sus hermanos, fueron llevados juicio en Córdoba, señalados de ser los asesinos de Quiroga. De estas imputaciones, los caudillos cordobeses fueron declarados inocentes por “falta de mérito”, resolución judicial que no conformó a Rosas, quien, en un hecho único en la historia jurídica argentina, ordenó una nueva detención de los hermanos Reinafé y de otras 60 personas para ser llevados a un nuevo juicio en los tribunales de la provincia de Buenos Aires. El proceso judicial estuvo a cargo del juez Maza, abogado personal de Rosas, ex gobernador de Buenos Aires, quien fue elegido a dedo por el “Restaurador de Las Leyes” para llevar adelante el juicio contra los Reinafé. Sin pruebas contundentes, Maza declaró culpable por el asesinato de Quiroga al ex gobernador cordobés Reinafé, sus hermanos y otras 10 personas. Todos fueran colgados en Plaza de Mayo, frente al Cabildo, ante la mirada atónita de cientos de porteños y del propio Rosas. La muerte de Quiroga provocó un clima de inestabilidad y violencia social que obligó a Maza a presentar su renuncia de gobernador de Buenos Aires. Rosas, asumió entonces, su segundo mandato como gobernador bonaerense, luego que la legislatura, -un virtual congreso nacional-, le otorgara la “suma del poder público”. Las razones: ¿Por qué y para qué necesitaba Rosas llevar adelante su segundo mandato con la suma del poder público? SEGUNDA PARTE La oligarquía terrateniente porteña, a la cual Rosas pertenecía, y su primazgo con Nicolás y Tomás Anchorena necesitaba apropiarse de una vez y para siempre de millones de hectáreas de tierras fiscales que pertenecían al Estado, y que habían sido dadas en concesión mediante la polémica Ley Nacional de Enfiteusis. Por esta ley a cambio de un irrisorio canon anual, las tierras se daban en concesión. Fue la manera inicial por la cual las rancias familias de la Argentina pusieron un pie sobre el campo argentino, destacándose los apellidos: Aguirre, Anchorena, Álzaga, Alvear, Azcuénaga, Basualdo, Bernal, Bosch, Casca, Mares, Castro, Díaz Vélez, Dorrego, Eguía, Echeverría, Escalada, Ezcurra, Gallardo, Gowland, Guerrico, Irigoyen, Lacarra, Larrea, Lastra, Lezica, Lynch, López, Miguens, Obarrio, Ocampo, Olivera, Ortiz Basualdo, Otamendi, Pacheco, Páez, Quirno, y por supuesto Rosas y el asesinado Quiroga. Gracias a estas increíbles prebendas del Estado surgió la oligarquía terrateniente argentina, quien para proteger sus intereses, formó la Sociedad Rural Argentina, cuya principal tarea era “explotar la enfiteusis y hacerse dar las mejores concesiones”. Rosas organizó y encabezó, una nueva campaña del desierto, para extender la frontera agrícola, en la cual perecieron más de 3 mil indios y desplazados otros tantos. Rosas, adiestró a la tropa y le ofreció la comandancia general a Facundo Quiroga, quien la rechazó. El caudillo bonaerense, estableciéndose a orillas del río Colorado pudo derrotar a los caciques más bravos, y extender la frontera hasta Mar del Plata. Fue en esa cruzada cuando “El Restaurador de las Leyes” se cruzó con el científico inglés Charles Darwin, quien escribió: “Los indios formaban un grupo de unas 110 personas (hombres, mujeres y niños); casi todos fueron hechos prisioneros o muertos, pues los soldados no dan cuartel a ningún hombre. Los indios sienten actualmente un terror tan grande, que ya no se resisten en masa; cada cual se apresura a huir por separado, abandonando a mujeres e hijos. Sin disputa, esas escenas son horribles, ¡pero cuánto más horrible aún es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener más de veinte años” La salvaje conducta de Rosas tenía un apetecible y valioso motivo: las tierras fiscales, que a los pocos años pasaron a ser una de las tierras más fértiles del mundo. Rosas comenzó la privatización del mayor patrimonio que tenía y tiene el país aún hoy: la tierra. Con lo cual, en poquísimo tiempo, millones de hectáreas que eran del Estado fueron malvendidas. Esta política consolidó la gran concentración de la tierra que hasta el día de hoy padece la Argentina, y que por ese entonces ya vislumbraban las cifras oficiales. De 1830 a 1852 había en la Argentina 16,4 millones de hectáreas en manos de tan solo… ¡782 propietarios!
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