LAS FIESTAS DE CASAMIENTO ACTUALES O UN SHOW DE IMBÉCILES. ESCRIBE: FELICIANO CLAVEL La tradicional fiesta de casamiento está en plena debacle. Algo que en otros tiempos era una fecha esperada, no sólo por los novios, sino por la familia toda… El grupo de amigos, los posibles colados y los invitados de ocasión, es ahora un motivo de disgusto para el desafortunado que resulta invitado. Hace un tiempo estar invitado a una fiesta de casamientos era una especie de reconocimiento de esa parejita que iba condenada a la guillotina. Estar invitado a un casamiento valía mucho más que ganar un trofeo intercolegial, una medalla en el torneo de bochas o el oso más grande en el tiro al blanco de una Kermesse. Estar invitado a, -quizás-, la noche más importante en las vidas de ese amigo, de esa amiga, valía tanto como un Oscar. Para que no digan que exagero, el conflicto existencial te podía suceder al revés justamente si no eras invitado a la fiesta. Si sólo te habían invitado a la Iglesia era un puñal que te clavaban en el corazón El asunto es que en estos tiempos, apenas te llega la invitación, empezás a temblar porque tenés que mirar la letra chiquita, ya que luego del texto que dice “rogamos confirmar su presencia a los teléfonos…”, hay una frase que sentencia “valor de la tarjeta $125 p/p” (de ahí para arriba, me cuentan que hay hasta de $350) . Y desde que le pusieron precio a la invitación a la fiesta de casamiento la estropearon. La estropearon feo. Porque uno se puede bancar que el capitalismo le ponga precio a todo, que te haga pagar por jugar al fútbol, que te achique los contenidos de los productos que comprás, que te hagar ir a hacer colas para pagar facturas a lugares que te proponen “pagar fácil”. Uno se puede bancar ciertas cosas pero uno no puede admitir que le pongan precio a momentos esenciales de la vida. SEGUNDA PARTE
No podés, no podés tener que pagar para ir a la fiesta de tu amigo. Yo sé que saltarán diciéndome ¿qué te pasa, te creés que vivís en Suiza? ¿No sabés que vivimos siempre en crisis y una fiesta sale carísima? Sé perfectamente que todo está muy caro, pero ¿no se pusieron a cuestionar el por qué la fiesta sale carísima? Simplemente porque la llenaron de boludeces, de espectáculos, aparecieron las wedding planners y cagaron la fiesta. Nos hicieron creer a todos que hay que meter a un pseudo brasilero a agitar a las veteranas, a poner en ridículo a los hombres, a hacerlos sentar arriba de un globo o agachar sobre un botella, provocando desgarros varios y hasta alguna pubalgia. Ni que hablar de la odalisca, en algunos casos más viejas que la Moria Casán, que bailan unos minutos con los viejos más verdes y se toman el palo sin siquiera concretar con alguno. Todas esas sarta de idioteces fueron encareciendo la cuestión. O esa moda de contratar pantalla y que te editen un video con fotos de un infancia o adolescencia donde te veías como un toro campeón, con toda la energía y el pelo junto que nada tendrá que ver con la imagen acartonada que te harán esa noche los dos o tres fotógrafos (porque ahora parece que con uno no alcanza). Encima, ahora abrís el sobre y no sabés cuál es la invitación, te mandan tres o cuatro tarjetas de casas de regalos o los datos de una cuenta bancaria. Y la otra gran estupidez, ¿Qué necesidad hay de que lleven el civil a la fiesta? Uno termina comiendo a la una de la mañana, con la comida recalentada y tibia y apenas un pedacito de lomo con muchos adornitos (no se sabe si es para comerlos o están para alegrar el plato). Para completarla, apenas uno se sienta a comer se tiene que parar porque la wedding dispuso que hay que bailar veinte minutos de reggaeton. Volvamos a las ligas, a la cintita y al ramo, a la tía solterona bailando pasodoble y a jurar amor eterno sin tener que convocar a una tribuna de imbéciles para que financien la luna de miel en Playas paradisíacas…
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