PRIMERA PARTE
¿ NENAS O MUJERES EN MINIATURA ?. ESCRIBE: DÉBORA LOZA
Que la vestimenta de las nenas se parezca cada vez más
a la de sus madres no es una novedad, además de ser un fenómeno que viene en
ascenso.
De hecho, las marcas de ropa femenina a nivel mundial
están creando colecciones adaptadas a talles de niñas.
Irma Rosa, de Mannequins, afirma que las nenas tienen
sus looks propios pero mirando la moda de las chicas grandes.
“Antes, las más chiquitas se vestían con tonos
pasteles como el rosa o el celeste; ahora incorporaron los colores de la moda,
incluso el negro para ropa de fiesta”.
Claro ejemplo de esta tendencia son marcas como Paula
Cahen D’anvers, Chocolate y Montesco.
Esta última lanzó
destinada a chicas de
16 años.
Como lo definen desde la firma, “al momento de
concebir la colección, se trabaja en forma paralela con la de adultos,
utilizando en algunos casos los mismos géneros; y los modelos también se
desarrollan en forma idéntica, logrando homogeneidad en ambas marcas”.
La psicopedagoga, Liliana González, afirma que “lo que
se está viendo es algo que marca la posmodernidad, que es el borramiento de las
diferencias entre el mundo de los adultos y el de los chicos”.
Además, “la adolescencia en esta etapa histórica
cultural es la edad de oro, a la que todos quieren llegar rápido y luego
se resisten a abandonarla.
Hay una pre maduración de todo, una prisa por adquirir
derechos adolescentes, pero ningún apuro para asumir obligaciones”.
La licenciada precisa que la falta de diferenciación
provoca que haya niños adultizados, adolescentes precoces y eternos, y que
madre e hija compartan el placard porque se visten iguales.
“Esto sí o sí tiene impacto sobre la constitución de
los chicos porque hay un aceleramiento de las etapas del crecimiento y, en este
borramiento de las diferencias lo que se borra es el límite, con el
consiguiente trastorno en la identidad”.
La pre maduración lleva, por ejemplo, a que una niña
vestida como adolescente a los 10 años, a los 11 quiera ir a un boliche como
van las de 18 años, o se inicien sexualmente de modo más precoz.
SEGUNDA PARTE
¡ A ordenar el ropero ¡
señala que la sociedad de consumo se ha montado de modo muy inteligente, ya que
sabe que a los chicos les gusta copiar a los grandes, de ahí la tendencia a homogeneizar
la moda para todas las edades.
“Pero una cosa es disfrazarse con ropa de mamá, como
lo hemos hecho todos, y otra es vestirse todos los días como mamá”, indica al
tiempo que remarca que, “eso va robándole a los niños sus emblemas propios, y
cuando uno transita tan rápido por las etapas no es sin consecuencias, siempre
queda algo por vivir y que se intenta vivir cuándo se es adulto”.
En este contexto, la función de los padres sería ser
una especie de filtro entre la sociedad de consumo y los niños para
ayudarles a poner el “selector”, aprender a elegir según su edad y la ocasión,
y no caer en la esclavitud de la moda.
No se trata de prohibir a los chicos la ropa que se
usa; sino “organizar el placard de la hija con la vestimenta para jugar, para
ir a la escuela, la que es para asistir a un cumpleaños, y dentro de ese marco
la nena podrá elegir. Pero hay una selección previa de la madre y una
trasmisión de criterios”, sintetiza la licenciada González
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